EROS Y TANATOS, UNA TENSIÓN
INEVITABLE
BRASS, Ana Lucía
Instituto
Glaux, Capital Federal
Profesor guía:
Mariana Marquez, Gabriela Jiménez
El hombre a lo largo de su evolución ha ido teniendo
diversas necesidades, lo que lo ha llevado a una constante generación de nuevas
invenciones y/o descubrimientos para mejorar su calidad de vida. La ciencia
como creación del hombre ha sido usada y modificada con ese objeto. Además de
sus ventajas manifiestas, las aplicaciones de los avances científicos y el
desarrollo y la expansión de la actividad de los seres humanos han provocado
también la degradación del medio ambiente y catástrofes tecnológicas, y han
contribuido al desequilibrio social o la exclusión. Un ejemplo: el progreso
científico ha posibilitado la fabricación de armas muy perfeccionadas.
Pero entonces ¿Por qué el hombre hace uso en
muchos casos de la ciencia y la tecnología para fines destructivos? ¿Cómo
podemos explicarlo? He aquí este problema complejo que puede abordarse desde
diferentes perspectivas. En el presente
trabajo me centraré en las características de la estructura psíquica del
hombre, la cual está compuesta por “su lado bueno” y “su lado malo” que
conviven en permanente tensión dando como resultado consecuencias, tanto
positivas como negativas, a partir de un mismo hecho. Es importante señalar la
influencia de las diferentes culturas que ha desarrollado el hombre, ya que
este es un ser social y en permanente interacción con su medio
socio-cultural. Desde las culturas más
primitivas hasta las más complejas, definen necesidades y llevan al hombre a
tomar decisiones frente a ellas. Es así como el hombre utiliza la ciencia y, si
posee, la tecnología para fines que va encontrando necesarios y/o más convenientes. La historia de la civilización
está marcada por la historia de sus grandes guerras, lo que nos lleva a
reflexionar sobre si el hombre ha evolucionado o involucionado, por cuanto tan
altos han sido sus logros en los campos de la ciencia y de la técnica como en
el campo de la destrucción.
Fue Empédocles de Agrigento, filosofo griego (siglo V a.C.),
quien habló de los dos principio básicos, que luego tomará Freud, AMOR
y DISCORDIA, es decir EROS y TANATOS. Eros tiende a unir,
Tánatos a deshacer y separar. Esta fantasía cósmica fue trabajada por el
creador del Psicoanalisis como una forma de explicar la naturaleza de lo humano.
Según el Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y
Pontalis, Freud define el término pulsión como un proceso dinámico
consistente en un empuje (carga energética, factor de movilidad) que hace
tender al organismo hacia un fin. Una pulsión tiene su fuente de excitación
corporal (estado de tensión); su fin es suprimir el estado de tensión y gracias
al objeto, la pulsión puede alcanzar su fin.
En la teoría de las pulsiones, expresada en la obra de Freud “El Malestar en la Cultura”
adjudica al hombre una inherente “...pulsión de odiar y aniquilar...” en la complejidad
de su constitución instintiva, y afirma que “la tendencia agresiva es una
disposición instintiva innata y autónoma del ser humano [....] que constituye
el mayor obstáculo con que tropieza la cultura.”
Freud tomó de la mitología griega el nombre Eros para
designar a las pulsiones de vida, dada su base sexual, hacia lo erótico
recuperando el mito del amor.
Asimismo designó como pulsión destructiva a las que tienen
como fin la destrucción del objeto. Estas operan fundamentalmente en silencio y
no pueden reconocerse más que cuando actúan en el exterior. En el desarrollo
libidinal[1]
del individuo, Freud describió el juego combinado de la pulsión de vida y la
pulsión de muerte.
En la pulsión de muerte, este autor, ve la pulsión por
excelencia.
Eros representaría un principio de cohesión consistente en
crear unidades cada vez mayores y mantenerlas: es la ligazón; el fin de Tánatos
es por el contrario, disolver los conjuntos y, de este modo destruir las cosas.
El concepto de ambivalencia afectiva se refiere a la
presencia simultánea en relación a un mismo objeto de tendencias, actitudes y
sentimientos opuestos, especialmente amor y odio. La oposición entre pulsiones
de vida y pulsiones de muerte se situaría aun más claramente en las raíces de
lo que llamamos dualismo pulsional. Cabe señalar que según Freud que “la
esencia más profunda del hombre consiste en impulsos instintivos iguales en
todos y tendentes a la satisfacción de ciertas necesidades primitivas. Estos
impulsos instintivos no son en sí ni buenos ni malos”[2],
sino que se van transformando en el camino evolutivo hasta mostrarse eficientes
en el adulto. Dicha transformación responde tanto a factores internos y
externos. Los primeros por la necesidad
de amor y aceptación y el externo es la educación que representa las
exigencias de la civilización. Si planteamos
el tema de la constitución de cada individuo desde la teoría freudiana
del dualismo pulsional, es también para
poder dar cuenta de lo que ocurre a nivel de los grupos, las comunidades
y los estados nacionales, donde se reproduce de alguna manera estas
particularidades de lo humano. El odio y la destructividad dependen de la
pulsión de muerte y de que ésta es inseparable de la pulsión de vida. La
cultura se construye, en lo esencial, a expensas de la pulsión de vida. Por consiguiente, se
rompen las ligazones que permiten un cierto control de la agresividad, ya que
la pulsión de muerte es mucho menos dócil que Eros. Así, Tánatos tiene dos
caminos: o la autodestrucción del individuo o de la comunidad, o la
exteriorización como pulsión de destrucción dirigida hacia el exterior, sea la
sociedad en el caso del individuo, sea el estado enemigo en el caso de las
naciones.
Freud pone sus esperanzas en el proceso de desarrollo de la
cultura, lo cual queda expresado en la siguiente frase “todo lo que promueva el
desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra”3 pero
esta afirmación debería ser tomada con
mucha precaución ya que desde épocas remotas se desenvuelve en la
humanidad el proceso del desarrollo de la cultura, que otros prefieren llamarla
«civilización». A este proceso debemos lo mejor que hemos llegado a ser y una
buena parte de aquello a raíz de lo cual sufrimos. Sus comienzos son oscuros,
su desenlace incierto.
Lo cierto es que la tesis freudiana de la violencia como
innata, debe siempre tomarse en relación con las sucesivas formas históricas
que adopta. En el presente el fenómeno más reciente que se designa como globalización
da como resultado la creciente desaparición de los límites y fronteras
que garantizaban la identidad, así como la ruptura, también creciente, de las
posibilidades de identificación y
cohesión en los grupos/naciones, etc. Mi
objetivo es dar algunos elementos para
la comprensión del fenómeno planteado, desde la perspectiva
más individual. Esto no excluye los otros motivos que puede explicar la
utilización de la ciencia para fines destructivos, como por ejemplo la guerra:
motivos económicos y políticos. Al contrario, se trata de motivos
complementarios.
Es importante remarcar que la
ciencia genera conocimientos (de hecho, ninguna otra forma de relación del
hombre con la naturaleza produce los mismos resultados) pero no hay
absolutamente nada en la ciencia que
especifique o restrinja el uso que podemos darle a esos conocimientos. Es más,
la ciencia no obliga a ningún tipo de decisión: es éticamente neutra. Toda la
“culpabilidad” recae sobre el hombre e incumbe a los científicos, que junto a
otros importantes agentes, deben tomar
la responsabilidad especial de evitar las aplicaciones de la ciencia que son
éticamente erróneas o que tienen consecuencias negativas.
En el aparato psíquico del hombre conviven la pulsión de
vida y la pulsión de muerte (Eros y Tánatos respectivamente). Eros tiende a
unir, a hacer unidades cada vez mayores, mientras que Tánatos, tiende a
deshacer esas unidades y trata de llevar lo orgánico al estado inorgánico. Fue
Freud quien desarrolló esta teoría y es desde ese marco teórico que he
planteado una de las respuestas posibles al problema enunciado. La Ciencia,
como una producción privilegiada de la creatividad humana, no escapa a los
destinos de todo lo realizado por el hombre, que en su escencia un ser capaz de
generar las cosas más maravillosas y al mismo tiempo el autor de las mayores
atrocidades. Para concluir me es
necesario afirmar: que no solo es
inevitable que la ciencia siga su camino de evolución, sino que en
muchos casos es muy bueno que así sea, por ej. en el descubrimiento de
medicinas para las enfermedades hasta hoy incurables. Asimismo el hombre
seguirá haciendo mal uso de ella en algunos casos, ya que en sus decisiones no
influyen solo la cultura, la sociedad y su bienestar, sino también sus
pulsiones que son inconscientes. Esto puede aplicarse en todos los sentidos, no
solo en la ciencia. Finalmente quiero citar una frase que sintetiza de manera
sencilla lo investigado: "La verdad oculta tras de todo esto, que
negaríamos de buen grado, es la de que el hombre no es solo una criatura tierna
y necesitada de amor, que sólo osaría defenderse si se le atacara, sino, por el
contrario, un ser entre cuyas disposiciones instintivas también debe incluirse
una buena porción de agresividad. Por consiguiente, el prójimo no le representa
únicamente un posible colaborador y objeto sexual, sino también un motivo de
tentación para satisfacer en él su agresividad, para explotar su capacidad de
trabajo sin retribuirla, para aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento,
para apoderarse de sus bienes, para humillarlo, para ocasionarle sufrimientos,
martirizarlo y matarlo." (Sigmund Freud. "El malestar en la
cultura").
BIBLIOGRAFÍA
•
FREUD, Sigmund. Obras
completas I. Madrid, España. Biblioteca nueva. 1973.
•
Obras completas
II. Madrid, España. Biblioteca nueva. 1973.
•
Obras completas
III. Madrid, España. Biblioteca nueva. 1973.
•
LAPLANCHE, J. y otros. Diccionario del psicoanálisis. Barcelona, España. Labor. 1981.