Cada equipo deberá decidir cuál de los siguientes fragmentos le resulta útil para el trabajo que llevará adelante:
Si se considera a la historia como algo más
que un depósito de anécdotas o cronología, puede producir una transformación
decisiva de la imagen que tenemos actualmente de la ciencia.
Si la ciencia es la constelación de hechos,
teorías y métodos reunidos en los libros de texto actuales, entonces los
científicos son hombres que, obteniendo o no buenos resultados, se han
esforzado en contribuir con alguno que otro elemento a esa constelación
particular. El desarrollo científico se convierte en el proceso gradual
mediante el que esos conceptos han sido añadidos al caudal creciente de la
técnica y de los conocimientos científicos, y la historia de la ciencia se
convierte en una disciplina que relata y registra esos incrementos sucesivos y
los obstáculos que han inhibido su acumulación. Al interesarse por el
desarrollo científico, el historiador parece entonces tener dos tareas principales.
Por una parte, debe determinar por qué hombre y en qué momento fue descubierto
o inventado cada hecho, ley o teoría científica contemporánea. Por otra, debe
describir y explicar el conjunto de errores, mitos y supersticiones que
impidieron una acumulación más rápida de los componentes del caudal científico
moderno. Muchas investigaciones han sido encaminadas hacia estos fines y
todavía hay algunas que lo son.
La ciencia
normal, la actividad en que, inevitablemente, la mayoría de los científicos consumen
casi todo su tiempo, se predica suponiendo que la comunidad científica sabe
cómo es el mundo. Gran parte del éxito de la empresa se debe a que la comunidad
se encuentra dispuesta a defender esa suposición, si es necesario a un costo
elevado. Por ejemplo, la ciencia normal suprime frecuentemente innovaciones
fundamentales, debido a que resultan necesariamente subversivas para sus
compromisos básicos. Sin embargo,(…). A veces, un problema normal, que debería
resolverse por medio de reglas y procedimientos conocidos, opone resistencia a
los esfuerzos reiterados de los miembros más capaces del grupo dentro de cuya
competencia entra. Otras veces, una pieza de equipo, diseñada y construida para
fines de investigación normal, no da los resultados esperados, revelando una
anomalía que, a pesar de los esfuerzos repetidos, no responde a las esperanzas
profesionales. En esas y en otras formas, la ciencia normal se extravía
repetidamente. Y cuando lo hace —o sea, cuando la profesión no puede pasar por
alto ya las anomalías que subvierten la tradición existente de prácticas científicas—
se inician las investigaciones extraordinarias que conducen por fin a la
profesión a un nuevo conjunto de compromisos, una base nueva para la práctica
de la ciencia. Los episodios extraordinarios en que tienen lugar esos cambios
de compromisos profesionales son los que se denominan en este ensayo
revoluciones científicas. Son los complementos que rompen la tradición a la que
está ligada la actividad de la ciencia normal.
Los ejemplos
más evidentes de revoluciones científicas son los episodios famosos del desarrollo
científico que, con frecuencia, han sido llamados anteriormente revoluciones.
Por consiguiente, nos ocuparemos repetidas veces de los principales puntos de
viraje del desarrollo científico, asociados a los nombres de Copérnico, Newton,
Lavoisier y Einstein. De manera más clara que la mayoría de los demás episodios
de la historia de, al menos, las ciencias físicas, éstos muestran lo que
significan todas las revoluciones científicas. Cada una de ellas necesitaba el
rechazo, por parte de la comunidad, de una teoría científica antes reconocida,
para adoptar otra incompatible con ella. Cada una de ellas producía un cambio
consiguiente en los problemas disponibles para el análisis científico y en las
normas por las que la profesión determinaba qué debería considerarse como
problema admisible o como solución legítima de un problema. Y cada una de ellas
transformaba la imaginación científica en modos que, eventualmente, deberemos
describir como una transformación del mundo en que se llevaba a cabo el trabajo
científico.
En este ensayo,
'ciencia normal' significa investigación basada firmemente en una o más realizaciones
científicas pasadas, realizaciones que alguna comunidad científica particular
reconoce, durante cierto tiempo, como fundamento para su práctica posterior. En
la actualidad, esas realizaciones son relatadas, aunque raramente en su forma
original, por los libros de texto científicos, tanto elementales como avanzados
Sirvieron
implícitamente, durante cierto tiempo, para definir los problemas y métodos
legítimos de un campo de la investigación para generaciones sucesivas de científicos.
Estaban en condiciones de hacerlo así, debido a que compartían dos
características esenciales. Su logro carecía suficientemente de precedentes
como para haber podido atraer a un grupo duradero de partidarios, alejándolos
de los aspectos de competencia de la actividad científica. Simultáneamente,
eran lo bastante incompletas para dejar muchos problemas para ser resueltos por
el redelimitado grupo de científico
Voy a llamar,
de ahora en adelante, a las realizaciones que comparten esas dos
características, 'paradigmas', término que se relaciona estrechamente con
'ciencia normal'. Al elegirlo, deseo sugerir que algunos ejemplos aceptados de
la práctica científica real —ejemplos que incluyen, al mismo tiempo, ley,
teoría, aplicación e instrumentación— proporcionan modelos de los que surgen
tradiciones particularmente coherentes de investigación científica.
Los hombres
cuya investigación se basa en paradigmas compartidos están sujetos a las mismas
reglas y normas para la práctica científica. Este compromiso y el
consentimiento aparente que provoca son requisitos previos para la ciencia normal,
es decir, para la génesis y la continuación de una tradición particular de la
investigación científica.
La ciencia normal,
la actividad para la resolución de enigmas que acabamos de examinar, es una empresa
altamente acumulativa que ha tenido un éxito eminente en su objetivo, la
extensión continua del alcance y la precisión de los conocimientos científicos.
En todos esos aspectos, se ajusta con gran precisión a la imagen más usual del
trabajo científico. Sin embargo, falta un producto ordinario de la empresa
científica. La ciencia normal no tiende hacia novedades fácticas o teóricas y,
cuando tiene éxito, no descubre ninguna.
Sin embargo, la
investigación científica descubre repetidamente fenómenos nuevos e inesperados y
los científicos han inventado, de manera continua, teorías radicalmente nuevas.
La historia sugiere incluso que la empresa científica ha desarrollado una
técnica cuyo poder es único para producir sorpresas de este tipo. Para
reconciliar esta característica de la ciencia con todo lo que hemos dicho ya,
la investigación bajo un paradigma debe ser particularmente efectiva, como método,
para producir cambios de dicho paradigma. Esto es lo que hacen las novedades
fundamentales fácticas y teóricas. Producidas de manera inadvertida por un
juego llevado a cabo bajo un conjunto de reglas, su asimilación requiere la elaboración
de otro conjunto. Después de convertirse en partes de la ciencia, la empresa,
al menos la de los especialistas en cuyo campo particular caen las novedades,
no vuelve a ser nunca la misma.
Si la percepción de la anomalía desempeña un papel
en la aparición de nuevos tipos de fenómenos, no deberá sorprender a nadie que
una percepción similar, aunque más profunda, sea un requisito previo para todos
los cambios aceptables de teoría. Creo que en este punto, las pruebas
históricas son absolutamente inequívocas. El estado de la astronomía de Tolomeo
era un escándalo, antes del anuncio de Copérnico. Las contribuciones de Galileo
al estudio del movimiento dependieron estrechamente de las dificultades
descubiertas en la teoría aristotélica por los críticos escolásticos. La nueva
teoría de Newton sobre la
luz y el color tuvo su origen en el descubrimiento de que ninguna de las
teorías existentes antes del paradigma explicaban la longitud del espectro, y
la teoría de las ondas, que reemplazó a la de Newton, surgió del interés cada vez
mayor por las anomalías en la relación de los efectos de difracción y
polarización con la teoría de Newton. La termodinámica nació de la colisión de
dos teorías físicas existentes en el siglo XIX, y la mecánica cuántica, de una
diversidad de dificultades que rodeaban a la radiación de un cuerpo negro, a
calores específicos y al efecto fotoeléctrico. Además, en todos esos casos con excepción
del de Newton, la percepción de la anomalía había durado tanto y había
penetrado tan profundamente, que sería apropiado describir los campos afectados
por ella como en estado de crisis creciente. Debido a que exige la destrucción de
paradigmas en gran escala y cambios importantes en los problemas y las técnicas
de la ciencia normal, el surgimiento de nuevas teorías es precedido
generalmente por un periodo de inseguridad profesional profunda. Como podría esperarse,
esta inseguridad es generada por el fracaso persistente de los enigmas de la
ciencia normal para dar los resultados apetecidos. El fracaso de las reglas existentes es e que sirve de preludio a la búsqueda de otras nuevas.
En tanto los
instrumentos que proporciona un paradigma continúan mostrándose capaces de
resolver los problemas que define, la ciencia tiene un movimiento más rápido y
una penetración más profunda por medio del empleo confiado de esos
instrumentos. La razón es clara. Lo mismo en la manufactura que en la ciencia,
el volver a diseñar herramientas es una extravagancia reservada para las
ocasiones en que sea absolutamente necesario hacerlo. El significado de las crisis
es la indicación que proporcionan de que ha llegado la ocasión para rediseñar
las herramientas.
Guiados por un
nuevo paradigma, los científicos adoptan nuevos instrumentos y buscan en lugares
nuevos. Lo que es todavía más importante, durante las revoluciones los
científicos ven cosas nuevas y diferentes al mirar con instrumentos conocidos y
en lugares en los que ya habían buscado antes. Es algo así como si la comunidad
profesional fuera transportada repentinamente a otro planeta, donde los objetos
familiares se ven bajo una luz diferente y, además, se les unen otros objetos desconocidos.
Por supuesto, no sucede nada de eso: no hay trasplantación geográfica; fuera
del laboratorio, la vida cotidiana continúa como antes. Sin embargo, los cambios
de paradigmas hacen que los científicos vean el mundo de investigación, que les
es propio, de manera diferente. En la medida en que su único acceso para ese
mundo se lleva a cabo a través de lo que ven y hacen, podemos desear decir que,
después de una revolución, los científicos responden a un mundo diferente.
Creo que hay
excelentes razones por las que las revoluciones han resultado casi invisibles. (…)
los libros de texto científicos (y demasiadas historias antiguas de la ciencia)
se refieren sólo a las partes del trabajo de científicos del pasado que pueden
verse fácilmente como contribuciones al enunciado y a la solución de los
problemas paradigmáticos de los libros de texto. En parte por selección y en
parte por distorsión, los científicos de épocas anteriores son representados
implícitamente como si hubieran trabajado sobre el mismo conjunto de problemas
fijos y de acuerdo con el mismo conjunto de cánones fijos que la revolución más
reciente en teoría y metodología científicos haya hecho presentar como
científicos. No es extraño que tanto los libros de texto como la tradición histórica
que implican, tengan que volver a escribirse inmediatamente después de cada
revolución científica. Y no es extraño que, al volver a escribirse, la ciencia
aparezca, una vez más, en gran parte como acumulativa.
En un proceso
comparado frecuentemente a la adición de ladrillos a un edificio, los científicos
han ido añadiendo uno por uno hechos, conceptos, leyes y teorías al caudal de
información que proporciona el libro de texto científico contemporáneo.
Pero no es así
como se desarrolla una ciencia. Muchos de los enigmas de la ciencia normal contemporánea
no existieron hasta después de la revolución científica más reciente. Son pocos
los que, pudiendo remontarse en el tiempo hasta los comienzos históricos de la
ciencia, se presentan en la actualidad. Las generaciones anteriores se ocuparon
de sus propios problemas, con sus propios instrumentos y sus propios cánones de
resolución. Tampoco son sólo los problemas los que han cambiado; más bien, todo
el conjunto de hechos y teorías, que el paradigma de los libros de texto ajusta
a la naturaleza, ha cambiado.
La ciencia goza de una alta
valoración. Aparentemente existe la creencia generalizada de que hay algo
especial en la ciencia y en los métodos que utiliza. Cuando a alguna
afirmación, razonamiento o investigación se le da el calificativo de
"científico", se pretende dar a entender que tiene algún tipo de
mérito o una clase especial de fiabilidad.
Pero, ¿qué hay de especial
en la ciencia, si es que hay algo? ¿Cuál es este "método científico"
que, según se afirma, conduce a resultados especialmente meritorios o fiables?
Este libro constituye un intento de elucidar y contestar preguntas de este
tipo.
Tenemos muchísimas pruebas
procedentes de la vida cotidiana de que se tiene en gran consideración a la
ciencia, a pesar de que haya cierto desencanto con respecto a ella debido a las
consecuencias de las que se le hace responsable, tales como las bombas de
hidrógeno y la contaminación. Los anuncios publicitarios afirman con frecuencia
que se ha mostrado científicamente que determinado producto es más blanco, más
potente, más atractivo sexualmente o de alguna manera preferible a los
productos rivales. Con esto esperan dar a entender que su afirmación está
especialmente fundamentada e incluso puede que más allá de toda discusión. (…)
Aquí tenemos una apelación directa a la autoridad de la ciencia y delos
científicos. Bien podríamos preguntar: "¿en que se basa esa
autoridad?". El gran respeto que se tiene por la ciencia no se limita a la
vida cotidiana y a los medios de comunicación populares. Resulta evidente
también en el mundo académico y universitario.
Todo esto hace resaltar el
hecho de que las cuestiones concernientes a la especificidad del conocimiento
científico, en cuanto opuesto a otros tipos de conocimiento, y a la
identificación exacta del método científico, aparecen como fundamentalmente
importantes y cargadas de consecuencias.